Estrategia Nacional de Refuerzo Escolar SJA Ccesa007.pdf
Inmigración piamontesa sta.clara_bosio
1. María Elisa Bosio
Código postal: 2405
Dirección de correo electrónico: eli_bosio@hotmail.com
Año: 5to.
Autorizo a la eventual publicación de la obra.
2. La emigración era un delirio, un sueño en el cual se podía llegar a ver un país brillante,
rico de una vegetación virgen y dotado de recursos, donde se gana una fortuna en el
tiempo en que se gana, cuando se gana, unas pocas monedas. La patria, aparece en
ese sueño como la amante deseada. Ese país de oro es como la novia de una noche de
mayo… El emigrante entristece; tenazmente se apodera de su alma la sombra. Él es, en
su tierra, pobre, mísero; allí será rico. En su patria anda á pié; allí andará en una
carroza. En su suelo guarda cada centavo; allí probablemente los desperdiciará. Un
vapor será el pase a otra vida, en otra tierra, con otra gente. Ciego de ilusiones como el
hidalgo, se desesperará por llegar pronto. Y al huir de su patria se despide de ella,
agitando un pañuelo que mariposea hasta desvanecerse en último adiós, como un ave
que muere volando.
La inmigración que se produjo en la República Argentina no escapa a ninguna de estas
razones y condiciones. Buenos Aires representaba para muchos italianos la posibilidad
de cristalizar todos sus sueños y aspiraciones a esa vida que buscaban ansiosamente.
“La Gran Aldea” de 1880, la “París de América del Sur” era en su imaginario el “Norte”
tan buscado.
En el lapso de poco más de un siglo, que se extiende a partir de mediados del ‘800, un
gran grupo de hombres, mujeres y niños italianos embarcaron hacia América cruzando
el Océano Atlántico. Para un gran porcentaje de ellos, Argentina era la meta predilecta
ya que desde mediados del siglo XIX el país se presentaba en el mercado internacional
demandando capitales, tecnología y mano de obra para la explotación de sus extensas
praderas de clima templado. Depositaron todas sus ilusiones en esa vida añorada
durante años. Así, pronunciar Argentina, era motivo de emoción y estremecimiento;
significaba ir al encuentro de un futuro próspero, claro que es importante recordar que
ese futuro muchas veces se volvía bastante incierto.
3. Ciertamente que en tan gran número, muchos de ellos hubieran podido seguir
campando honradamente en la madre patria, y emigran por salir de una medianía, de
que sin razón estaban descontentos; muchos otros también que, dejando en su casa
colosales deudas y una reputación perdida, no iban a América a trabajar, sino para ver
si había mejor aire que en Italia para el ocio y la picardía. Pero la mayor parte, preciso
es reconocerlo, era gente forzada a emigrar por el hambre después de una lucha inútil
durante años enteros bajo las garras de la miseria. Éstos no emigran por espíritu
aventurero. Venían a sobrevivir, a intentar vivir una vida mejor, a hacer fortuna por qué
no; algo les habían contado de la generosidad de estas tierras, de la abundancia que
desbordaba en las manos de quienes la trabajaban. Cuando se les hablaba del Nuevo
Mundo, ellos pensaban en un mundo nuevo.
En Italia, las posibilidades de prosperar eran muy escasas para los aldeanos pobres, y
así muchas familias concibieron el proyecto de ir a América. Algunos emigrantes,
enviaban noticias favorables desde la Argentina alentándolos para embarcarse
haciéndoles saber que serían bienvenidos para poblar las colonias agrícolas.
El viaje entonces, llenaba sus vidas de ilusiones y expectativas. El pensar que
conseguirían trabajo para alimentar a sus familias, que verían crecer a sus hijos felices
y que no correrían el riesgo de otra guerra, resultaban motivos suficientes para dejar la
tierra que amaban, sus raíces, las de sus ancestros, y el encanto de lo que le es propio
a cada uno.
La inmensa mayoría de los recién llegados se abocó a tareas agrícolas: eran en su
mayoría agricultores de origen, y estaban atraídos por la promesa de distribución de
tierras en los inmensos despoblados. Sin embargo, la mejor parte de los terrenos
públicos se había vendido ya para 1885, dando origen a enormes latifundios en la
pampa húmeda, por lo que sólo la parte más pudiente de los que se radicaron la región
pudo disponer de terreno propio.
Es preciso comentar que no sólo la migración directa redundó en el aumento de la
población; gran parte de los inmigrantes formó familias numerosas, un fenómeno
4. natural en el campo, donde los hijos representan mano de obra disponible ya desde
temprana edad. De esta manera toda la familia estaba abocada al campo, desde su
papel de madre, padre o hijo, cada uno de los integrantes realizaba diferentes trabajos.
Soy descendiente de inmigrantes italianos tanto por mis raíces paternas como
maternas. Sinceramente estoy en condiciones de afirmar que crecí muy arraigada a
muchas tradiciones del Piemonte.
Desde muy pequeña escuchaba de boca de mis padres y abuelos palabras que, por
cierto, resultaban muy curiosas e intrigadoras: inolvidables expresiones piemontesas,
graciosas tal vez, porque el hablar piemontes –descubrí en todos estos años- conlleva
también un modo particular de expresión a la hora de ser hablado, esa particularidad
que opacaría el significado tan honesto y real de las palabras piemontesas si no se tiene
presente. ¡Y cuántas de ellas quedaron grabadas en mi memoria, cuántas verdades
pronunciaban aquellos gringos que vinieron aquí!
Mis abuelos como buenos descendientes todavía hoy conservan aquello que recibieron
de sus padres, algo que les es muy propio: sus raíces piamontesas. Lo curioso es que
mis padres supieron también seguir manteniendo viva esa tradición, que realmente no
sé si es tradición, creo que lo correcto sería hablar de “espíritu vivo”; y así mis
hermanos y yo también hoy podemos sentirnos parte de ese gran contingente de
italianos que arribó a la Argentina unos cuantos años atrás.
¡Cuán distinta sería mi vida sin la “Bagnacauda” en familia, sin el ritmo de la tarantela
en mi cuerpo, sin los nostálgicos y melancólicos domingos! ¡Cuán tristes serían estas
tierras sin el amor que nuestros queridos gringos le dieron durante años…! ¡Cuán vacíos
estarían nuestros corazones sin la añoranza de esa tierra que un día tuvo que ser
olvidada…!
Solo un segundo me basta para darme cuenta que no soy ni más ni menos que una
semillita italiana que creció en Argentina, y como tantas otras más, soy el sueño
5. cumplido de aquellos hombres valientes que un día pensaron rehacer sus vidas en una
América… grande!